
Durante los últimos 5 años de mi vida he creído firmemente en Dios. Pero tan solo hace unos meses comencé a experimentar lo fabuloso que significa ser una hija de Dios.
Este semestre he aprendido a conocer a mi Señor en el diario vivir, en las situaciones cotidianas, en las mañanas en que no quiero levantarme a estudiar o trabajar, lo he conocido en mis momentos de pena, de enojo, también lo he visto en los momentos de risas, de disfrute, de relajo, de paz, calma, sueño.
Con Él enfrenté un semestre más de estudios de manera exitosa y concluí el primer período de una práctica profesional que realmente me hizo sufrir. Dios cada mañana, cada tarde y cada noche estuvo dándome energías y renovando mis fuerzas, así lo pude sentir.
Dios fue capaz de transformar lo aburrido y cansador del diario vivir en algo nuevo que aprender.
Dios transformó mis penas en fortaleza.
Dios transformó los días malos en días buenos.
Dios transformó mi corazón duro en un corazón capaz de experimentar su gran amor.
Dios transformó mi forma de verlo a Él.
¿En conclusión...?
¡¡¡A Dios hay que vivirlo!!! No sirve encerrarlo en la iglesia, no sirve dejarlo cerrado en la Biblia, no sirve postergarlo solo para los domingos, no vale la pena fingir amar a Dios cuando realmente no lo estás tomando en cuenta.
Yo decidí ser cristiana, decidí creer y creerle a Dios, no para aislarme del mundo, ni odiar a los que piensan distinto de mi o para andar juzgando a los demás. Soy cristiana porque me encanta vivir a Dios al máximo, disfrutar de todo lo magnífico que Él es.
¡¡Cristo es la mejor decisión que he tomado en mi vida!!